domingo, 24 de julio de 2011

En el café


En el café


Cada vez me cuesta más llegar al viernes. El laburo, después a Filo a ver si termino de una puta vez con la Licenciatura en Historia.
Los martes curso casi hasta las 11 de la noche y ayer no fue la excepción. Salí medio dormido para el lado de Rivadavia a ver si engancho el 86 rapidito. Cuando estoy llegando a la avenida escucho un grito de una mujer pidiendo ayuda. No viene de muy lejos, unos metros. Me acerco y veo a dos tipos tironeando de la cartera a una señora. Les grito no se que. Uno amaga venírseme encima pero deciden salir corriendo. Nos soy un héroe pero hay cosas que uno no puede dejar pasar.
La mujer, que a la luz de mercurio de la calle descubro que es una gitana un tanto mayor, se deshace en agradecimientos. Entremezcla palabras que no entiendo pero por el tono se lo que quieren decir.
La acompaño hasta Rivadavia, me dice que se va a tomar un taxi, me ofrece llevarme pero le digo que no.¡No dá!.
Me pregunta que como puede pagarme mi ayuda y le digo que no hace falta, que no se preocupe. Le cuanto que estudio Historia en la Facultad, que me estaba yendo para mi casa.
Me dice que no, que algo quiere hacer. Dice que no me ofrece dinero porque no tiene pero me pregunta si creo en la magia. Me quedo perplejo ante la pregunta. Le digo que ni, que porque me pregunta eso.
Me dice que me va a hacer un regalo, que como me gusta la historia seguro me va a interesar. Que con lo que ella me dará podré hablar con quien quiera, donde quiera, sobre lo que quiera, y que no importa si esa persona está muerta, o en otro lugar, o si es un personaje de fantasía. Solo debo invocarlo y lo tendré a mi disposición hasta que esa persona decida irse.
Yo no sabía si me estaba cargando. Le dije que gracias pero no. Ella seguía insistiendo, me decía que que podía perder.
Medio resignado por el cansancio, por la insistencia, acepté.
Me dio una bolsita de gamuza azul oscuro con algo dentro que parecía polvo pero un tanto gelatinoso de algo que no distinguí. Me dijo que cuando llegara a mi casa cerrara todas las ventanas, corriera las cortinas, encerrara gatos si los tenía y buscara un espejo. Que en la oscuridad untara el espejo con el polvo y luego escribiera el nombre de la persona y el lugar en donde quería que nos encontráramos. Que tras esto soplara el polvo y que esperara.
Todo me sonó tremendo chamuyo. Ni bien me despedí de la gitana me fijé si tenía mi billetera, busqué unas monedas y me tomé el 86.
Llegué a casa, no había nadie. A la mañana habíamos discutido con Malena y se fue por enésima vez a casa de la madre. Mejor. No quería ver a nadie.
Agarré una Pepsi bien helada, la serví en el porrón de cerveza que guardo en el frezeer y me quedé sentado en la cocina mirando insistentemente la bolsita de gamuza azul. ¿Qué podría perder si lo intentaba? ¿Quién se podría enterar si era todo una mentira como seguro sería?El papelón sería solo en primera persona.
Así que me decidí y cerré las ventanas, corrí las cortinas, desconecté el teléfono, apagué el celular, y me fui a enfrentar el espejo del baño. Por la gata no me preocupé porque no estaba por ningún lado.
Abrí la bolsita, olí el contenido que no olía a nada, y en ese momento pensé si no sería una joda para algún programa de televisión. Busqué alguna cámara oculta y me sentí aún más ridículo. Casi tiro el polvo en la pileta pero ya estaba en el baile.
Lo puse en mi mano, lo unté en el espejo, más que polvo era casi una pomada muy liviana. Cubrió un buen tramo. Escribí el nombre y donde quería que nos veamos. Soplé y creo que caí desmayado.
Me desperté en el Bar de Lacroze a plena luz de un mediodía abrazador acodado contra la ventana que da a la avenida mientras el tren arrancaba cansino y protestón en la estación Arata. Pero el bar de Lacroze estaba corrido para el lado de La Paternal Quedaba en Avenida del Campo y casi la vía del tren del lado del cementerio de La Chacarita, en lugar de otro bar que siempre está ahí. Pero no me preocupé. Total¡ todo era tan extraño!
Enfrente mío estaba sentado muy derecho mirándome con una casi imperceptible sonrisita irónica, tras sus pequeños lentes redondos, nada menos que León Trotsky. Casi me caigo de la silla. Pensé si no estaría soñando pero todo parecía muy real.
La campana del paso a nivel me hizo darme cuenta que estaba ahí, que no estaba soñando despierto como tantas veces.
Y para volverme del todo a esa realidad Cande, la moza, se acercó a nosotros y le preguntó a Trotsky: -¿Qué te sirvo?
La cara de León fue indescriptible. Le dijo:- lo mismo que él, o sea por mí, que aún no había pedido. Y encima hablaba español. Claro, no me acordaba que estuvo exiliado políticamente en Méjico donde lo había asesiando el estalinismo, y que era políglota, y que nada de lo que me estaba pasando era real.
Queriendo sorprender a León, y aprovechando la sugerencia de la moza a su abuela y dueña del lugar de promocionar el bar con productos autóctonos (no se como yo sabía eso) aprovechando la visita de los turistas alemanes al cementerio que esta enfrente, le pedí ala moza que nos traiga mate con azúcar. Él no dejaba de mirar para todos lados como hace el Anchoa, pero en forma casi imperceptible. Me pide que cambiemos de lugar por lo cual yo quedo de espaldas a la doble hoja de la única puerta y el de frente viendo quien llegaba y quien se iba.
No se que decirle para empezar a hablar, romper el hielo. No se cuanto durará el hechizo de la gitana. Las manos me transpiran y no se cuanto tiene que ver los 37 grados que dice la tele.
Mi corazón late a mil. Le digo que es mi ídolo, mi guía, y viendo la luz tenue del fondo que escapa de la escalera en caracol, me sale decirle mi gurú.
Me dice acomodándose los lentes con el dedo anular derecho: -Demasiadas palabras para alguien que recién conoce. Y el Pilín, con esa voz inconfundible, me dice desde el taco de pool en el cual se apoyaba si no precisaba una curita. Ni le dí bola, casi. Todos en el bar estaban muy intrigados y no nos sacaban la vista de encima.
Agarra un Ole que alguien dejó en una mesa. Lo recorre hoja tras hoja y me mira como esperando una explicación, en especial sobre unas fotos de una pelea entre barras bravas y los 200 y pico de goles de Martín Palermo.
En eso entra el Doc y León lo mira intrigado mientras camina. Le sonríe levemente, cómplice, me parece que el Doc lo conoce pero se hace el sota. Me saludó con una inclinación de cabeza y no se acercó a la mesa como para presentarlos. Usando Lenguaje de de Señas, que estaba aprendiendo, me pregunta por Pie Plano. Me parece que habla sobre algo de su trabajo, pero no lo entiendo bien.
Estaban vestidos igual. Traje, chaleco, zapatos lustrosos. Hasta los lentes eran parecidos.
Le pregunto a León, luego de ir al baño, si tiene idea donde está, donde estamos. Me pregunta que año es. Que tipo de gobierno hay en el país. Le digo que Argentina y me dice con mal acento -¿Maradouna? Me le quedo mirando sorprendido y larga una carcajada. Me explica que mientras fui al baño, dos con pinta de sajones se cruzaron en la puerta y uno le dijo al otro si era argentino y al responderle el otro que sí le preguntó -¿Maradouna? Y se rió mucho el primero por lo cual debe ser gracioso, aunque no lo entienda. Tras esto me dice, sacudisnro un poco su cabeza, que los ucranianos no se caracterizan por el humor.
Cande nos trae el mate. La mesa le corresponde a Orellana pero desde que me estoy haciendo amigo del Doctor Scholl dejó de atenderme.
Mientras preparo el mate Trotsky no deja de mirar cada movimiento que hago. Encima les pido unas cascaritas de naranja y un poquito de café. Pruebo el agua y está hervida. Puteo bajito y veo a Orellana reírse con alguien que está del otro lado de la pequeña ventana que da a la cocina. Debe ser Svebor.
Me arrimo a hablar con Doña Moderación y le digo que el agua está “demasiado caliente”, pero no pienso mandar en cana a un trabajador botonéandole que la hicieron hervir. Va a la cocina a prepararla ella misma no sin antes preguntarme quien era ese hombre tan buen mozo que estaba conmigo. Le digo que por hoy no le puedo contestar, que mañana lo haré.
Vuelvo a la mesa. Trotsky tiene casi medio cuerpo afuera viendo a dos veinte añeras con dos minifaldas que parten la tierra.
Se sonroja cuando ve que lo veo. Cambio de mirada y de tema.
No se de donde apareció el morral que perdí en una marcha hace como diez o quince años y de el saco la “Historia de la Revolución Rusa” que escribió Trotsky.
Se lo doy, le pido que lo autografíe. ¿Qué quiere que haga? me dice.
Le pregunto si de verdad los soviets eran tan democráticos, si fueron el nervio de la revolución.
Me mira sin contestar mostrándome el libro. Con un gesto suricata huele algo que viene de la calle. Sale ante mis tibias protestas y yo tras el. Apoyados en los fierros del paso a nivel para transeúntes de la vía hay dos pibes fumándose un porro de proporciones. Me pregunta que es. Le contesto. Me dice que es extraño que en el sistema capitalista dejen con tanta libertad drogarse. Que seguro las drogas más fuertes y caras están prohibidas y por ello el precio debe ser altísimo. Estaba por explicarle que también el porro está prohibido pero es lo más barato junto al Paco pero mientras volvemos al bar de Lacroze me dice que quiere fumar un poco, si no le puedo conseguir. Que quiere saber cuan distinta es esa evasión a la del alcohol.
Cuando estamos volviendo al bar uno de los chicos le dice -¡Ehh, amigoo. No tenés dos pesitos pá la birra! Y Trotsky no sabe que decir.
Nos volvemos a sentar.
Doña Moderación nos trae el termo y se le queda mirándolo. No me queda otra que presentarlos. A pesar de su edad en vez de darle la mano agacha su cara para darle un beso demasiado ruidoso. León no sabe que hacer.
Cuando ella se va, meneando su enorme trasero, me pregunta cual es mi ideología y sino creo que el está teniendo un sueño muy raro. Que recuerda haber estado con Frida y comido algo muy raro y otra cosa muy picante con chile y que tal vez todo eso lo esté haciendo soñar tan extraño.
Ya a esa altura le digo que no se. Lo cual es la verdad, porque no se bien que está pasando.
Le digo que soy trosko pero que no milito en ningún partido.
Me dice:- y eso ¿qué clase de trotskista vendría a ser?
Trato de explicarle los porque, mis desengaños, la soberbia de muchos grupos, mis inseguridades pero me interrumpe con preguntas variopintas mientras ojeaba siete diarios que había conseguido vaya uno a saber de donde.
No puede creer cuanto le cito solo a algunos de las docenas de grupos, grupitos, partidos, que se reinvindican trotskistas. Piensa un instante y me dice que el partido se hará con las alas izquierdas de cada uno de ellos.
En eso entran unos turistas alemanes que seguro estaban en el cementerio de ellos, en frente. Hablan fuerte. Se sientan y uno saca una notebook. La cara de Trotsky a verla funcionar, luego de decirle lo que es, fue como la de mi sobrino Matías abriendo sus regalos en Navidad.
La tele está un poco alta y muestra la represión de la policía a una marcha que exige ¡Aparición con vida de Julio Lopez!.
Me pregunta de que se trata y le respondo mientras aparece de la nada abrochado en mi remera el pin con la foto de Julio. Me doy cuenta que me m ira distinto que hace un rato.
Después el que aparece en un programa de chimentos es el millonario-horrible actor y cantante Ricardo Fort. Acá por más que le explico quien es está seguro que lo estoy jodiendo. Sencillamente no lo puede creer.
Me pregunta si el hijo de puta (palabras textuales) de Neruda estaba vivo aún. Y también por Diego Rivera y por Siqueiros.
Le contesto a medias, lo que se. Le pregunto sobre si el se hizo leninista o Lenin troskista, cuando llego a Rusia y luego dirigir juntos la revolución de Octubre. Me dice que ni.
Me interroga sobre si Quebracho aún vive a lo que respondo ¿Quién?
Pregunta sobre el rol de la Cuarta Internacional en la Segunda Guerra Mundial, que pasó con la URSS. Desvío el tema para no hablar de la caída del Muro aunque insiste y le cuento del rol del Ejército Rojo expropiando en nombre del socialismo stalinista. De la construcción del Muro de Berlín. Le digo que no lo tiraron los trabajadores alemanes y rusos desde adentro sino el capitalismo desde afuera. Me dice -Es increible pero nada me puede extrañar de Stalin.
Junto coraje, le muestro mis poesías. Me dice que como todavía puedo escribir en rima. Que la poesía libre ya era superior antes de la revolución rusa. No se donde meterme. Me dice que tengo que leer a Maiakovsky.Se interesa por una que le escribí a uno de mis amores. Me dice con un dejo nostálgico - el amor me Kalho hondo en Méjico. No entiendo, tal vez si viera escrito lo que dice, su español no es tan perfecto.
Me trago la bronca por sus dichos sobre mi poesía y le doy un mate sin decirle que está muy caliente. Lo toma como un señorito y no dice ni mu. Me dice que es una infusión muy rara. Me pregunta como me gano la vida y el Anchoa dice, desde la mesa de al lado, que apenas si le empato.
Le cuento que soy docente de primaria y como no me gusta hablar mucho de mí cambio de tema comentándole que leí que Antonov-Ovseienko era un gran jugador de ajedrez y que casi como una partida diseñó la toma de Petrogrado. -¿Es así? Me dice que sí.
Le digo que en un buen tema para hacer un cuento corto. Me dice -¿Usted escribe?, estaba por decirle que acababa de leer algunas poesías pero no sabía si estaba siendo irónico y aún no tenía confianza como para mandarlo a la puta que lo parió.
Pasa Svebor, el cocinero, rumbo a la calle y me mira medio feo. Lleva una remera blanca que le queda dos números chica con la cara del Che impresa en color negro. Trotsky mira alternativamente al vikingo y a la imagen y me pregunta si es algún tipo de santo, si los argentinos son muy creyentes.
Una nenita de no más de cinco años nos pide algo para comer. No le doy plata pero le pido a Cande, la moza, que le traiga un café con leche y un sanguche de jamón y queso bien cargado. Le cuento a León que nunca les doy plata a los nenes porque se la sacan los padres que los explotan. Me mira, no dice nada, no se que es lo que piensa.
Luego estra un cura y una monja. Varios le dicen “padre””hermana”. Trotsky los mira con odio mientras gira, sentado en la silla, hacia ellos y se agarra con ganas los dos huevos con una mano como esperando que lo vieran. Doña Moderación lo ve atónita y yo me digo que este tipo aprende muy rápido los usos y costumbres de los argentinos.
Le pregunto si terminada la Primera Guerra Mundial no era mejor llevar la revolución a punta de bayoneta y de Soviet armados por el Ejército Rojo hasta Alemania, pasando por Polonia. Me dice que esa es una discusión vieja y que como dice el señor que está en otra mesa cercana hablando de fútbol “-Es muy fácil hablar con el diario del lunes en la mano” y se ríe con ganas del chiste. Una risa rara, metálica pero que es muy contagiosa.
Me pregunta sino hay alguna tarea militante para hacer. Le digo que no se, que no estoy militando en ningún partido, -Cierto, dice con un tono ácido.
En eso el policía que está de consigna en la esquina detiene una camioneta junto a la altura de la ventana en que estamos sentados. El flete lleva salamines, quesos, fiambres. El oficial le pide que le muestre donde está el equipo de refrigeración, sabiendo que una camioneta tan vieja y destartalada no lo tendría. Le solicita la habilitación del SENASA, la facturación en blanco de lo que tranporta. El fletero le dice que lo olvidó en la casa y el uniformado le dice “me voy a tener que llevar la camioneta al corralón. La multa le sale $5.000 y le decomisarán todos los productos, salvo que arreglemos de algún modo porque entiendo que está trabajando y no quiero quitarle el pan a sus hijos”. Arreglan por una cifra, más cinco o seis salames, media horma de queso, dos frascos de aceitunas rellenas y un pedazo generoso de muzzarella. Trotsky me dice que le cuente que paso. Le explico y no lo puede creer.
En la tele, en un informe sobre la CGT muestras el conflicto de Terrabusi. Ve la represión con ojo clínico, casi sin inmutarse. Le cuento como fue la huelga, del maoísmo, del sindicalismo clasista, y me pregunta si hay embriones de soviet en algún lado.
Lee en al diario sobre el juicio de Campo de Mayo y sobre Santucho. Me pregunta que es eso de que era medio trosko. Le cuento del ERP, Bengochea, Santucho, medio troskos medio guerrilleros y se ríe porque piensa que es un chiste, pero como no lo sigo en la risa se pone serio y dice:-La descomposición de la clase media, seguro. Pero me faltan datos para opinar con seriedad.
En mi celular suena una alarma. Es una invitación a un evento de Facebook. Trato de explicarle, es todo bastante engorroso por la diferencia generacional y a pesar de su tremenda inteligencia y perspicacia, y luego de var mi perfil, estado, mis amigos, me dice -¿qué es esto? ¿Asistiré, Quizás asista, No asistiré?Mandar flores y besos que no existen, ir a marchas “de palabra”. ¿300 millones de personas usan esto? Habría que pensar si esto no es una nueva institución del estado burgués manejado por capitalistas directamente. Y le empiezo a agarrar un poco de bronca pasajera porque me está pinchando otro globo. Luego lee en mi perfil un poema de Facundo Aguirre adornado con fotos de hermosos desnudos de mujeres y hombres. Su cara va mutando, intriga, risa, duda, provocación. Termina de leer, piensa un instante y una sonrisa cómplice le sale del corazón.
Encima ve en mi perfil que me declaro agnóstico y me interroga sobre porque no soy ateo. Acá discutimos un poco pero León baja el tono de la conversación. Me parece que no quiere que me sienta derrotado por un sueño.
¿Y como vamos a tomar el poder?, le disparo, ya medio caliente. Me dice –Mi padre decía que su padre le recomendaba que antes de decidir como cocinarían el lobo, primero había que cazarlo. Usted me pregunta sobre la toma del poder pero está en este extraño sueño conmigo (porque espero que eso sea y no estar muerto y despertarme pronto) y sin militar en ningún lado. Todo lo que usted me pregunta es ilusión, menos el poder, Jajajajajaja.
Y no entiendo de qué carajo se ríe.
La charla, a pesar de la situación, es distendida, amable. Tras los mates ya van dos rondas de café bien negro y dulce. Increiblemente está muy intrigado por mi vida. Me hace tantas preguntas como las que yo le hago.
Pero lo veo un poquitín nervioso, casi ansioso. Va al baño y vuelve enseguida, dice que se va aguantar. Se ve que es el primer baño de un café porteño que visita.
En eso sentimos unos bombos, algún megáfono, algunos cantos tímidos, afónicos. Nos molestamos uno al otro asomándonos por la ventana para ver quienes son.
Es un grupo de obreros con una bandera que dice: “Expropiación de la fábrica. Control Obrero de la producción”. La columna cruza la vía, León sale casi corriendo y pide unos volantes. Los lee ávido. Los obreros lo miran muy raro.
Habla con algunos trabajadores mientras la columna dobla a la izquierda para el lado de Chacarita. -Seguro van al Subte para ir al centro, le digo a Trotsky.
Este vuelve rápido para el bar, lo sigo. Arrima su sobretodo, mientras me dice que le explique que pasó en Zanon, la ceramista de Neuquen que citan en los volantes. Como fue expropiada por los obreros.
Le cuento y le pregunto mientras se apresta a irse, con algo de angustia en mí: -¿Ya se va León? Tengo muchas preguntas para hacerle. La gitana me dijo que podía…
La condescendencia con que me miró cortando mi tibio reproche no ocultó su tono enérgico al decirme: - Mire joven. No lo tome a mal pero yo no soy un revolucionario de café.
Y se fue con los obreros diciéndome algo sobre el Programa de Transición que no entendí bien.

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